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Mi presión siempre está alta, pero no siento nada: ¿debo preocuparme?

“Yo me siento bien, no me duele nada.”


Esa frase es común entre quienes viven con presión alta, sin saber que esa “tranquilidad” puede estar jugando en su contra. La hipertensión arterial muchas veces no da señales, no causa dolor, no mareo, no molestia. Y por eso mismo es tan peligrosa: es una enfermedad silenciosa.

Muchas personas de nuestros barrios han vivido en medio de necesidades, aprendieron a soportar el hambre, el cansancio y el estrés sin quejarse. Ese aguante, aunque valiente, nos juega en contra cuando hablamos de salud. Porque si no hay dolor, creemos que todo está bien. Y eso es un grave error con la hipertensión.

Tener la presión alta —aunque uno se sienta “normal”— daña por dentro sin que uno lo note: maltrata el corazón, endurece las arterias, y poco a poco va afectando los riñones, los ojos, el cerebro. Cuando finalmente da la cara, muchas veces es con un infarto, un derrame cerebral, o una falla renal. Entonces sí hay dolor… pero ya es tarde.

Por eso es vital entender que sentirse bien no significa estar sano. Y que medirse la presión regularmente es un acto de amor propio. Especialmente si llevamos una vida con poco movimiento, comida salada o muy procesada, bebidas azucaradas o alcohol, y mucho estrés.

La buena noticia es que la presión alta se puede controlar y prevenir, pero no solo con pastillas. Reducir el peso, caminar 30 minutos al día, dormir más y aprender a manejar el estrés, son pasos reales que bajan la presión y evitan complicaciones.

No esperes a sentir algo. Si tu presión está alta, ya es momento de actuar. La salud no es ausencia de dolor. Es decisión, compromiso y cuidado diario.

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