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¿Por qué sigo con hambre aunque comí bastante?

¿Alguna vez terminaste un plato grande de comida y, al poco rato, sentiste que aún tenías hambre? No estás solo. Esto le pasa a muchas personas que viven con DIABTES tipo 2, hipertensión u obesidad, y no es simplemente “antojo” o “falta de voluntad”. Es una señal de que el cuerpo está comiendo cantidad, pero no calidad.

Cuando llenamos el estómago con comidas ricas en harinas refinadas, azúcares o aceites industriales (de botella plástica) —como panes blancos, papas fritas, arroz, gaseosas o snacks de paquete— el cuerpo recibe calorías vacías: energía rápida, pero sin los nutrientes esenciales que el organismo realmente necesita. Por eso, aunque comiste mucho, tus células siguen “pidiendo más”.

Además, estos alimentos ultraprocesados afectan tus hormonas del hambre (como la insulina y la leptina), haciendo que el cuerpo se confunda y sienta hambre aunque ya comió. También elevan el azúcar en sangre rápidamente y luego la bajan de golpe, provocando más ansiedad por comer.

Y si creciste con escasez de alimentos en la infancia, tu cuerpo aprendió a guardar energía como defensa. Hoy, en un ambiente lleno de comida chatarra barata y disponible, esa memoria biológica puede llevarte a comer más de lo que necesitas.

La buena noticia es que sí puedes volver a sentir saciedad verdadera. ¿Cómo? Con alimentos reales: carne, pollo, cerdo, pescado, huevo, queso, vegetales, semillas, agua y sopas caseras sin tubérculos. Estos alimentos te llenan de verdad, te nutren y ayudan a equilibrar tu cuerpo.

Comer bien no es comer más. Es darle al cuerpo lo que necesita para dejar de pedir sin parar. Alimentarte con sabiduría es un acto de salud, de respeto y de cambio duradero.

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